La economía española da muestras de un intenso crecimiento frente a la debilidad que registra el conjunto de la zona euro. El ritmo de incremento del producto interior bruto (PIB) el tercer trimestre es tres veces superior al de la media de los países de nuestro entorno monetario y, en especial, contrasta con el parón de la economía de Italia y la debilidad que acusa Alemania.
De julio a septiembre la economía española ha crecido el 0,6%, lo que en tasas anuales supone un 2,5%. Pero pese a ese buen comportamiento en comparación con el resto de la economía europea, la economía española sufre también un proceso de enfriamiento respecto a los crecimientos superiores al 3% de los años anteriores. La razón de ello está en la peor evolución que registran las exportaciones, que han tenido una contribución negativa al PIB, debido a la mayor debilidad de la coyuntura internacional. Pese a ello, sin embargo, la economía española acumula veinte trimestres consecutivos de alzas intensas.
La economía de la zona euro, en cambio, progresa a su ritmo más bajo de los últimos cuatro años, ya que el PIB en el tercer trimestre apenas ha subido el 0,2%, justo la mitad de los dos trimestres anteriores. Los problemas de la industria del automóvil de Alemania, que han frenado el crecimiento de la locomotora europea, parecen coyunturales. Mucho más preocupante, en cambio, es la situación de Italia, la tercera economía de la zona euro, cuyo crecimiento ha sido cero por primera vez en cuatro años, en medio de un clima de desconfianza interno por el cambio político y en pleno enfrentamiento de su Gobierno populista con las autoridades de Bruselas a causa de su proyecto presupuestario, ya que no cumple los objetivos de déficit público exigidos por las normas comunitarias.
La fortaleza de la economía española está sustentada en el empuje del consumo de los hogares, gracias a la mejora del empleo, con la creación de 450.000 puestos de trabajo en un año, y a las subidas salariales que han empezado a registrarse, así como al aumento del gasto del sector público. Preocupante, por el contrario, es la notable desaceleración que ha registrado en el tercer trimestre la inversión en todos sus componentes tanto en vivienda como en maquinaria y bienes de equipo, lo que coincide con la moderación de la actividad industrial. Desde la óptica de la oferta, en el tercer trimestre, han sido la construcción y los servicios, fundamentalmente el turismo, los que han soportado la mejora del PIB.
Ante el citado panorama europeo de debilidad económica, al que se suma la subida del precio del petróleo y las crecientes tensiones comerciales internacionales, la economía española, pese a su buena evolución, debe estar alerta. La patronal española, en este sentido, advierte que el estancamiento de la productividad y el repunte de los costes laborales son factores que perjudican la competitividad, lo que, unido a la mayor incertidumbre y al aumento de los costes para las empresas, podría frenar el crecimiento de la economía y la creación de empleo. En la misma línea se ha expresado el Consejo General de Economistas, quien señala que algunas de las medidas tomadas por el Gobierno, en una situación de desaceleración de la economía como la actual, podrían afectar al empleo, al consumo y a la inversión, como es el caso de la subida de impuestos, del salario mínimo y de las cotizaciones a la Seguridad Social.
La economía española, en suma, evoluciona mucho mejor que la europea, pero no está exenta de riesgos tanto exteriores como interiores.
Artículo escrito por: La Vanguardia