En un inusual ejercicio de transparencia en este tipo de operaciones, los responsables de que Toys «R» Us Iberia se salvara, y con ello los 1.300 empleos directos que genera en España, han explicado la estrategia que siguieron y que, fundamentalmente, se basó en «rebelarse» contra sus dueños, que ordenaron su liquidación.
Todo estalló en setiembre de 2017, cuando la cadena de jugueterías, acuciada por su elevada deuda y en manos de fondos ajenos al sector desde 2005, se acogió en Estados Unidos a un proceso equivalente al concurso de acreedores español con el objetivo de ganar tiempo para lograr inversores y poder seguir activa.
Fracasado dicho intento, entró en liquidación el 14 de marzo en EEUU, lo que supuso el cierre de 800 tiendas y la destrucción de 30.000 empleos, y en otros países, como Reino Unido.
Esa noche, los responsables mundiales de Toys «R» Us ordenaron la liquidación de la compañía en España, Portugal y Francia por considerar que vender activos en dichos países sería más rentable que intentar salvar el negocio, ha explicado el entonces consejero delegado de la juguetera en Iberia y Francia, Jean Charretteur.
«Decidimos desobedecer esa orden y salvar la compañía», ha subrayado Charretteur, hoy presidente de la nueva Toys «R» Us Iberia y que en todo momento contó con el respaldo de su equipo directivo.
Con el fin de que los fondos no pudiera disponer de los inmuebles y venderlos, la sociedad tenedora de los mismos solicitó el concurso de acreedores, según Charretteur, quien en reiteradas ocasiones había defendido que Toys «R» Us era viable en España.
En paralelo, para impedir que los fondos pudieran quitar los poderes al equipo capitaneado por Charretteur y nombrar nuevos gestores, solicitaron el concurso para las dos sociedades tenedoras de las acciones de Toys «R» Us Iberia.
Para impedir que el juez diera el visto bueno al plan de liquidación propuesto por los fondos, Toys «R» Us Iberia se declaró «acreedora» de su filial inmobiliaria, alegando que ésta le tenía que devolver los alquileres que le había cobrado de más.
Así, Charretteur y su equipo lograron tiempo para poder encontrar inversores que creyeran en la compañía y asegurara su continuidad.
Tras meses de búsqueda y después de recibir varias ofertas, el equipo directivo llegó a un acuerdo con la sociedad de inversión portuguesa Green Swan para comprar conjuntamente la compañía, que comparten al 40 y 60 %, respectivamente.
Artículo escrito por : La Razón