Los expertos achacan la vulnerabilidad a la dependencia del turismo, un confinamiento más severo y el escaso tamaño de las empresas
El cóctel parece sencillo: un puñado de problemas estructurales, nunca resueltos, convenientemente agitados con las descomunales restricciones derivadas de la irrupción de un inesperado patógeno invisible al ojo humano.
Todos los indicadores alertan de que la mezcla ha entrado en combustión: España sufrirá este año un desplome del PIB del 12,8%, el mayor de las economías avanzadas, según el Fondo Monetario Internacional. La pregunta es obligada: ¿por qué?
Confinamiento estricto y segunda ola. Mientras los balcones de España se llenaron durante meses de ciudadanos ávidos de esquivar el peso de las cuatro paredes, otros países occidentales vivieron una realidad paralela mucho menos claustrofóbica.
El Gobierno español llegó a paralizar casi por completo todas las actividades no esenciales para frenar una curva de contagios descontrolada, algo que no sucedió con la misma intensidad en otras latitudes.
“La inmovilidad fue más temprana y severa que en el promedio de los países avanzados”, certifica Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
La temprana aparición de la segunda ola del virus rompió la frágil tregua veraniega, y ha ido acompañada de un endurecimiento de restricciones cuya última consecuencia ha sido el cierre de los bares y restaurantes en Cataluña.
Ya no es el país con más casos de Europa, pero la sobreexposición mediática por su delicada situación sanitaria no ha ayudado a relanzar la inversión.
Dependencia del turismo. El consenso es casi total entre la media docena de expertos consultados: el excesivo peso del turismo, que antes de la crisis suponía en el 12,3% del PIB y empleaba a tres millones de personas, ha sido un lastre.
“La estructura productiva de España se amolda muy mal a las crisis”, opina José García Montalvo, profesor de Economía en la Universidad Pompeu Fabra. “Llevamos mucho tiempo hablando de que el modelo de sol y playa no es sostenible.
De industrialización, inversión en renovables o en baterías eléctricas, pero es muy difícil cambiar algo con un sistema tan rígido y una educación que no está al nivel», lamenta.
España es el país de la UE con una tasa más alta de abandono escolar, y los alumnos españoles están por debajo de la media de la OCDE en el Informe PISA.
María Jesús Fernández, economista sénior de Funcas, discrepa. Cree que el hundimiento de la economía se debe simple y llanamente a que hay más incidencia del virus.
Y ve normal que el turismo tenga un influjo tan grande, dado que España cuenta con 8.000 kilómetros de costa y un número de horas de luz del que carecen otros países. “Hace unos años hubo un bajón importante en la industria automovilística y afectó más a Alemania que a España. Entonces nadie dijo que el automóvil tuviera demasiado peso en la economía”, contrapone.
El PIB de Francia, el país del mundo que más turistas recibe —casi 90 millones anuales—, caerá un 9,8%, tres puntos menos que el español, si bien su contribución a la economía es inferior que en España.
En 2018 suponía el 7,8% del PIB, según cifras del Gobierno francés. Para Ontiveros, la clave está en la diversificación y el gasto. “No debemos quejarnos de ser la segunda potencia turística del mundo, pero hay que generar más valor por visitante”.
Empresas pequeñas y enfocadas al sector servicios. Cuando llegan turbulencias, el margen de actuación de las compañías depende a menudo de su tamaño. Se ha visto en la fulgurante desaparición de actores del sector bancario.
Y ha penalizado a España durante la pandemia. Más del 90% de las empresas españolas funciona con cinco o menos trabajadores. Eso supone menor músculo para sobrevivir a las adversidades.
“Tienen una capacidad defensiva muy reducida y una estructura financiera vulnerable ante la caída de la demanda”, advierte Ontiveros. Las grandes compañías son generalmente más resistentes. Exportan más, son más productivas y su dirección está más formada. También pueden acceder a recursos vedados a las pequeñas.
“Iberdrola se puede endeudar en el mercado de bonos, no necesita a los bancos, pero el bar que hay en Jerez o Málaga solo puede endeudarse en el banco”, explica.
¿Por qué no crecen las empresas españolas? Para José Ignacio Conde-Ruiz, subdirector de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) y profesor de la Universidad Complutense, es una pregunta abierta.
“La legislación fiscal afecta al tamaño. Si eres pyme pagas menos de impuesto de sociedades, pero no es la única explicación”. El peso del sector servicios, especialmente de la hostelería, donde no es necesario contar con mucha mano de obra, puede ser otra hipótesis.
La elevada densidad de este tipo de negocios no ha beneficiado a la economía. Ni siquiera una vez superado el encierro. “La gente está cambiando de hábitos. El teletrabajo hace que no vayan a la oficina y no coman en los bares. Se está generando mucho ahorro porque hay incertidumbre”, añade Conde-Ruiz.
La temporalidad. La crisis del coronavirus se llevó por delante más de un millón de empleos durante el confinamiento. Con una paradoja macabra: la pandemia redujo la temporalidad.
Las razones fueron opuestas a las deseadas: no hubo más contratos fijos, y sí más trabajadores en paro conforme iban expirando contratos con fecha de caducidad que no se renovaron. “Cuando hay una caída de la demanda expulsamos a cantidades ingentes de personas del mercado laboral.
Eso acentúa las recesiones”, apunta Ontiveros. “Los temporales se van a la calle enseguida. Y eso no es lo mejor en estas situaciones porque no se pueden acoger a ERTE”, afirma Conde-Ruiz. Los jóvenes son especialmente sensibles a estos movimientos.
Acaparan muchos de los contratos precarios, lo que ha llevado el desempleo juvenil al 43,9%, la tasa más alta de Europa, excediendo en más del doble la media de la UE.
Menos margen para gastar. España cerró 2019, un año de bonanza económica, con un déficit del 2,8% del PIB, el tercero más alto de la UE, y una deuda cercana al 100%. Nadie en el Gobierno anticipaba una pandemia, y se aplazaba el recorte para más adelante.
Una vez inmersos en el shock pandémico, se han financiado medidas como los ERTE y el ingreso mínimo vital, pero los expertos consideran que los estímulos han sido inferiores a los de otras economías avanzadas.
“Hemos llegado con muy poco margen tanto por el lado de la deuda como por el déficit, y eso nos ha impedido tomar medidas tan agresivas como las de otros países, por ejemplo aportar capital a empresas o pagar directamente el alquiler a restaurantes”, argumenta María Jesús Fernández, de Funcas.
Montalvo está de acuerdo en la debilidad de la intervención pública contra la crisis. Y cita como ejemplos los cheques de 1.200 dólares entregados por la Administración Trump a millones de estadounidenses, y su ampliación del seguro de desempleo.
Alicientes ambos para resucitar el consumo. “La proporción de PIB que se está usando en España es bastante menor, y el consumo no se está recuperando entre los que tienen menos renta.
Francia, Italia o Alemania son un mundo aparte. Aquí fiamos todo a los fondos europeos», señala. El economista valenciano disiente en que la deuda y el déficit sean una barrera, dado que Bruselas suspendió las reglas fiscales.
Y cree desmesurada la fe en el poder transformador del maná comunitario si se siguen criterios políticos para el reparto del dinero, dados los precedentes de derroche en “desaladoras que no se utilizan y cursos de formación sin alumnos».
Ontiveros es menos escéptico. “España depende de Europa más que ningún otro país. Sin sus fondos y la agresividad del BCE, el porvenir de la economía es complicado”. El presidente de la AFI cree que España ha seguido la misma vía que Alemania para contener la sangría económica: dar oxígeno a empresas a través de avales y garantías.
Y a trabajadores por medio de los ERTE. Con una diferencia notable. “La cantidad de recursos asignada por Alemania ha sido muy superior porque nuestra capacidad de maniobra es reducida”.
El FMI publicó el miércoles 14 de octubre que de las cinco grandes economías europeas, España ha sido la que menos cantidad de crédito garantizado ha ofrecido pero la que ha ejecutado una parte mayor
Fuente: ElPaís